Alfonso XIII se hallaba un día de caza en las cercanías de Madrid. Mientras los otros monteros seguían el rastro a los venados, el monarca se sentó a descansar bajo la sombra de una encina. Se acercó entonces un labrador y le habló:
- Oiga, ¿Sabe usted si es cierto es de que el rey anda por aquí cazando?
- En efecto, así es buen hombre.
- ¡Caray, pues es que a mí me gustaría mucho conocer al rey!
El rey, divertido con la situación le dijo:
- Pues si quiere, yo puedo presentárselo.
- ¿Sí? ¡Sí, por favor, le quedaré muy agradecido!
Se levantó el rey y ambos se dirigieron a un altozano. Allí, don Alfonso señaló a un grupo de cazadores. Entonces dijo el labriego:
- ¿Y cómo sabré yo cuál de esos señores es el rey?
- Pues…muy senillo. Verá usted, cuando lleguemos, que todos los cazadores menos uno se quitarán el sombrero. El que no se lo quite será el mismísimo rey.
Al llegar, los cazadores se quitaron el sombrero en señal de cortesía. Entonces, el labriego, muy confuso, dijo:
- Oiga amigo, aquí los únicos que tenemos aún la cabeza cubierta somos nosotros, conque, una de dos, o es usted Alfonso XIII o lo soy yo.
Texto incluido en nuestro libro ‘Su majestad es coja‘ el cual reúne las mejores anécdotas divertidas de Madrid.