En el S. XVI el 75% del comercio y la artesanía madrileña se concentraba en tres focos: en las calles de Atocha y Alcalá y -sobre todo- en las inmediaciones de la Plaza Mayor, entre las calles de Toledo y Alcalá -también en los alrededores de la Plaza Mayor- y un tercer núcleo de actividad económica que se encontraba entre las calles de San Bernardo y Fuencarral.
A pesar de que la población inmigrante se asentaba de manera dispersa, sí existían algunas circunstancias que ayudaban a la concentración. Así por ejemplo, cerca del Rastro, que era el lugar donde se sacrificaban las reses, abundaban los conocidos como «tratantes del rastro» -hoy mayoristas de carne-. También allí se ubicaban los artesanos dedicados al aprovechamiento de los despojos de las reses como los zapateros, curtidores, triperos, etc. Era el Rastro una zona con mucho trajín en la que no podían faltar los taberneros, bodegoneros y mesoneros; y al estar entre las afueras y el centro de la ciudad había muchos tenderos y fruteros.
En los alrededores de la Plaza Mayor abundaban los mercaderes, individuos con actividades comerciales de lujo que distribuían objetos caros. Y otros que tenían sus escarceos en el mundo financiero, unos como prestamistas del rey, otros como prestamistas de particulares. Se asentaban en las proximidades de la plaza, hacia la puerta de Guadalajara o hacia Santa Cruz.
En el cinturón de entonces de la ciudad se encontraban los agricultores mientras que en el centro se encontraban tenderos, fruteros, gallineros… Cerca del alcázar abundaban los bodegoneros, mesoneros y taberneros de corte que vendrían a suplir a los pocos comerciantes. También en este barrio, en la calle de la Platería, predominaban los orfebres de oro y plata.
En los alrededores del río, se alojaban también zapateros y pellejeros. Era muy importante el número de vecinos de Madrid que vivían del cuero, manufacturas de tradición medieval que recibieron sus ordenanzas gremiales en 1503.
Como conclusión, apuntar que a finales del siglo XVI, la población de Madrid se dedicaba en poco más de la mitad a trabajos realizados en el sector terciario, en un 31% al secundario y en un 16% al primario.
Más información en «Madrid, corazón de un Imperio 1561, 1601-1606» de Alfredo Alvar Ezquerra.