Hubo un momento histórico muy reciente en el pasado de nuestra ciudad, en que la alcaldía madrileña, liderada por Rafael Salazar Alonso impuso, a inicios de enero de 1935, en pleno gobierno conservador de la II República Española, puso en marcha varias medidas con el fin de “civilizar” a los madrileños.
La primera de ellas, de la que apenas encontramos ecos en estas hojas y en la conferencia de José del Corral (que, sin embargo, achaca estas medidas a la alcaldía de Sergio Álvarez Rodríguez Villaamil, entre noviembre de 1935 y febrero de 1936), afirma que en los primeros días de enero de 1935, el Ayuntamiento intentó suprimir todos los semáforos y postes de prohibiciones de la capital madrileña, en un fracasado intento de corregir los graves problemas circulatorios que acosaban, ya entonces, a nuestra ciudad, y de dejar el buen funcionamiento de la villa al civismo de los vecinos.
Al parecer, el problema circulatorio era ya un clamor a lo largo de 1934, tal y como lo denota un artículo de «El Heraldo de Madrid» titulado «Por Madrid no se puede andar ni a pie ni en coche», en el que se afirma que:
«Hay para todo Madrid una docena de discos verdes, amarillos y rojos, y de esta docena no funciona ni media y cuando funcionan, nadie les hace caso. Se necesita ser un héroe digno de ser cantado en épicos cantos para arrojarse al proceloso piélago de la calzada, y además si se imponían sanciones, son desatinadas y además, no se cumplen».
Poco debió de durar el experimento del señor Salazar Alonso en una ciudad ya tan congestionada de tráfico como Madrid (imaginemos una medida así en el Madrid actual, que convertiría la ciudad en un caos circulatorio), ni tuvo mucho impacto en la prensa de la época.
Otra de las medidas aprobadas en ese momento por el consistorio madrileño destinadas, como afirma Bravo Morata, a «civilizar» al pueblo de Madrid, sí generó muchos más ríos de tinta, y tuvo su impacto en la prensa de la época. Bravo Morata nos informa cómo, también en enero de 1935, el consistorio madrileño de Salazar Alonso tuvo a bien prohibir que se arrojasen papeles a la vía pública, poniendo multas y sanciones a los que así lo hicieran.
En este caso, la polémica por la limpieza pública de las calles de Madrid arrancó durante el mandato del anterior alcalde, el republicano de izquierdas Pedro Rico López, que gobernó la capital desde 1931 hasta su destitución por una comisión gestora impuesta por el gobierno radical a finales de 1934.
Antes de ser destituido, Pedro Rico tuvo tiempo, a lo largo de 1934, para intentar una solución al problema, ya entonces importante, de la limpieza de las calles madrileñas, y fue, literalmente, saturar Madrid de unas curiosas papeleras achatadas y redondeadas por la base, denominadas cruel y popularmente por los madrileños como «los pedritos», pues su fisionomía recordaba a la del alcalde republicano, que sufría de un notable sobrepeso.
Texto incluido en nuestro ‘Episodios del Madrid Republicano‘