Muy cerquita de nuestra editorial se encuentra la Plaza de la Villa ¡Siempre tan bonita y coqueta! Una visión particularmente bella al atardecer, cuando el sol se despide brillantemente de los madrileños. Momento en el que las sombras y la oscuridad van tiñendo con su efecto la ciudad. La Plaza de la Villa, desde donde antaño se gobernó la ciudad, tuvo una función rectora desde muchos siglos atrás ya que en los inicios históricos de Madrid se tomaban aquí las decisiones mediante acuerdo popular o de los representantes de las familias más significativas. Estos consensos se tomaban frente a la actual Casa de la Villa en la Iglesia de San Salvador, que daba nombre a la plaza, y que es la única del entorno que ha terminado por desaparecer.

El Concejo, con la llegada a Madrid de la reina Margarita, esposa de Felipe II terminó por pasarse de acera. En este espacio tuvieron lugar, no pocas veces, airadas protestas contra la subida del precio, o los impuestos. Se escucharon numerosos “¡Vivas!”, casi tantos como “¡Mueras!”.

En la denominada Casa de Cisneros, tan bellamente restaurada, nació el Conde de Romanones y fallecieron los generales Narváez y Polavieja, pero no vivió el Cardenal Cisneros. Nos sirve para evocar a una mujer que, cuando existió, fue como una sombra y, después, ni siquiera una sombra. Nos referimos a doña Juana Coello de Vozmediano, esposa de Antonio Pérez. El 18 de marzo de 1590, el ex favorito llevaba ya once años de prisión. El proceso, complejo y políticos, dormía el sueño de los justos, en espera de la decisión real. Desde hacía unos días las visitas de su mujer se habían hecho más frecuentes. En cierta ocasión una de sus visitas se prolongó más de lo acostumbrado. Al salir, no saludó ni se despidió de nadie. Horas más tarde se descubrió el escándalo. Quien permanecía dentro de la celda era la mujer. Los esposos habían intercambiado sus respectivos trajes y él huyó a Francia, atravesando Aragón, región que entonces gozaba de un fuero especial.

En el zaguán de la Hemeroteca Municipal, a un lado y a otro, existieron, ahora ubicados en el Museo Municipal, dos sepulcro platerescos que nunca recibieron cuerpo ni sepultura: el de Doña Beatriz Galindo, La Latina y el de su esposo Don Francisco Ramírez de Madrid, el artillero, uno de los grandes capitanes de la época y todo un innovador en el arte de la guerra. En el mismo edificio estuvo el despacho de Mesonero Romanos, gran cronista de Madrid, que al morir era director de esta hemeroteca.

Los trabajos históricos e investigaciones de las últimas épocas han desmentido mucho de lo que ahora se creía sobre lo acontecido en la plaza y, así, a la histórica Torre de los Luajnes se le ha arrebatado al más noble de sus presuntos habitantes, Francisco I , rey de Francia, negando que fuera allí el lugar donde estuvo preso, ya que al parecer estuvo recluido en el Alcázar madrileño.

No hay duda que la Plaza de la Villa encierra numerosos acontecimientos y episodios. Para conocer más os recomendamos nuestro “Leyendas y anécdotas del Viejo Madrid”, título del cual hemos extraído este interesante relato.

Plaza de la Villa, en 1931. Madrid

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