En el pasado de Madrid han transcurrido infinidad de capítulos que parecen sacados de una novela negra. Episodios que nos recuerdan crímenes atroces como el que hoy queremos recordar, acontecido en el año 1907 en la Calle Tudescos y que guarda una particularidad, jamás se encontró al culpable.
Era un jueves de mediados de junio cuando a eso de las 2 de la tarde varios gritos desgarradores procedentes del interior de una vivienda pusieron en alerta a los vecinos. Cuando las autoridades lograron acceder al interior del domicilio ubicado en el número 15-17 se encontraron una imagen dantesca. El cadáver de una mujer tendido en el suelo sobre un enorme charco de sangre y con la cabeza prácticamente cercenada del tronco.
La víctima era una mujer de 25 años llamada Vicenta Verdier. Originaria de un pequeño pueblecito de Zaragoza, por las fotos que se encontraron en su habitación se veía que era una persona educada y elegante, y que disfrutaba de una posición económica desahogada. Vestía prendas elegantes y su piso estaba muy bien amueblado. Se barajaron varias hipótesis para tratar de esclarecer el motivo de su muerte: crimen por robo, suponiéndose que tendría joyas, dinero y quizás valores; o bien crimen pasional o una venganza. El cadáver apareció en el dormitorio con signos evidentes de lucha y en una de las manos sujetando con firmeza una pequeña figurita de plata de la Virgen del Pilar.
Hubo numerosos sospechosos relacionados con el caso y con Vicenta, en mayor o menos grado, a los que se investigó a fondo pero a ninguno se le encontraron indicios suficientes como para considerarle el autor material del crimen. Hoy, más de un siglo después de aquel sangriento episodio, se sigue sin saber quien fue el culpable y, seguramente, ya jamás se sepa.
Este texto lo podéis encontrar en nuestro libro ‘El Madrid que se nos fue’.
Fotografía de Vicenta Verdier