Se trata de una talla en marfil, realizada en el taller real de San Isidoro de León, en el año 1063. Esta imagen de Cristo crucificado logra una admirable combinación entre la majestuosidad y la sencillez. Su color es blanco marfil, con pequeñas incrustaciones de azabache. Se considera que fue el primer crucifijo medieval hispánico que incorporó la imagen del Redentor. Hasta entonces, las cruces tenían incrustaciones y pedrería, pero no imágenes.

Los crucificados de marfil fueron muy solicitados para la devoción privada entre los siglos XVI y XIX. En Madrid tenemos excelentes ejemplos de  eboraria religiosa de los cuales mencionamos varios a modo de ejemplo: El crucificado de marfil de Claudio Beissonat, en la Academia de San Fernando, el crucificado de Alonso de Mena, en la sacristía de San Antonio de los Alemanes, el cristo de marfil y carey de San Antonio de la Florida, etc. Al pertenecer muchos de estos cristos marfileños al patrimonio privado y no al público, es frecuente encontrar verdaderas obras maestras de esta técnica en las subastas madrileñas y en colecciones extranjeras de arte.

Esta pieza del Siglo XI se puede admirar en el Museo Arqueológico Nacional (Calle Serrano 13)

Texto incluido en nuestro libro ‘Cristos y Vírgenes de Madrid‘

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