A Valle-Inclán nada en el mundo le gustaba más que la polémica. Por eso procuraba elegir siempre temas controvertidos para sus tertulias. En 1899, Valle celebraba su tertulia en el café de la Montaña, en la Puerta del Sol. Aquella tarde, el tema elegido era el duelo entre dos jóvenes, el dibujante portugués Leal da Cámara y el joven andaluz López del Castillo. Ambos habían discutido sobre quién tenía más valor, si los españoles o los portugueses, y en el calor de la querella habían decidido batirse en duelo. Esto era una costumbre muy habitual en un país como el nuestro, obsesionado por el honor. Comenzó el debate y, cuando la cosa se iba calentando, apareció el periodista Manuel Bueno con una seria advertencia para los presentes:
- ¡Señores, este duelo no puede celebrarse! He averiguado que Leal da Cámara no tiene aún la edad reglamentaria.
Esto era cierto, el portugués no tenía todavía los dieciocho años. Valle Inclán, viendo que le aguaban la tertulia, se levantó muy enfadado gritando:
- ¿Y usted que entiende de eso, majadero?
Acto seguido, agarro una botella de agua e hizo además de golpear con ella al periodista. Bueno se defendió propinando a Valle un bastonazo en la muñeca, con tan mala fortuna que el gemelo de la camisa se clavó en la carne. La cosa no hubiera sido grave de haber recibido la atención adecuada, pero Valle esperó demasiado tiempo antes de visitar al médico y, cuando por fin lo hizo, la cosa era irremediable. La herida había afectado todo el antebrazo izquierdo y no hubo otra solución que cortarlo.
Se cuenta que, durante la amputación, don Ramón permaneció muy sereno, fumándose un puro. Al terminar el doctor le preguntó:
- ¿Cómo se encuentra?
- Me duele mucho el brazo – contestó Valle señalándose el inexistente miembro.
Tras conocerse el hecho, varios escritores organizaron una sesión benéfica en el teatro Lara y, con la recaudación, le compraron un brazo ortopédico. Pero Valle no llegó a ponérselo. No le gustaba llevar nada artificial. En esos días, las tertulias de Madrid se dividieron entre los partidarios de Valle y los de Manuel Bueno. Finalmente, Valle-Inclán, harto de la polémica, hizo llamar al periodista.
- Mire, Bueno, lo pasado, pasado está. He perdido un brazo, pero aún me queda otro para estrechar su mano.
Se cuenta que, cada vez que alguien, ignorante del suceso, preguntaba a Valle sobre el motivo por el que perdió su brazo, éste solía contestar: Un día, mi criado vino a decirme que no había nada en la despensa para hacer la comida. Entonces le dije: “Corta este brazo y mételo al horno”. Así lo perdí.
Texto incluido en nuestro libro ‘Su majestad escoja: Anécdotas divertidas de Madrid‘