El edificio Telefónica, situado en el número 28 de la Gran Vía, fue un lugar protagonista durante la Guerra Civil. En este edificio, el más alto de la capital en ese momento, se encontraba la Sección de Prensa y Propaganda del Ministerio de Estado, la Oficina de Prensa Extranjera (donde trabajaba como censor y traductor el novelista Arturo Barea) y algunas oficinas del servicio de contraespionaje republicano.
Barea, autor de «La forja de un rebelde», pasó días y noches en ese edificio. Sufrió una gran conmoción por las muertes y los bombaredeos que presenció, marcándole para el resto de su vida. En la azotea, los militares fieles a la República habían situado puestos de observación para vigilar los movimientos de los militares sublevados que se habían establecido en la Casa de Campo. Los oficiales franquistas utilizaron el Edificio de Telefónica como punto de referencia para bombardear el centro de Madrid.
El novelista y periodista norteamericano, John Dos Passos, llegó al hotel Florida de Madrid en abril de 1937 para tratar de averiguar el paradero de su amigo José Robles, un traductor de ideas progresistas que había desaparecido en zona republicana. Dos Passos se acercó al edificio de Telefónica para entrevistarse con José Quintanilla, miembro de los servicios de contraespionaje republicano, quien le confesó que su amigo había sido ejecutado.
El periodista abandonó Madrid tras una trifulca con Ernest Hemingway que no entendía por qué organizaba tanto revuelo por la muerte de un hombre, ya que la guerra civil estaba siendo cruel y sangrienta con las víctimas civiles.
De este edificio y de muchos otros más y menos relevantes del Madrid de la Guerra Civil, nos habla Fernando Cohnen en su libro «Madrid 1936/1939. Una guía de la capital en guerra».