Siempre ha tenido un fuerte componente de misterio el mundo subterráneo. En el monasterio de El Escorial existe una considerable cantidad de sótanos, cantinas e incluso pasadizos. Fray Andrés Jiménez estimaba en más de cuarenta las piezas “que hay debajo de la casa (…) que sirven para muchos oficios: para la procuración, para la botica, para la platería y otros”.

Aunque no tenemos ningún plano completo de su distribución, en los diseños de Herrera se aprecian algunas de estas cantinas y pasadizos: El propio Herrera advierte en su explicación de las estampas que “desde la letra C hasta la letra M hay una hermosa bodega que tiene de largo los dos patios y tres cuartos ya explicados, y de ancho 30 pies”, es decir, unos ochenta metros de largo por algo más de ocho de ancho. Es la que otros autores describen debajo de la cocina conventual, en la parte del convento.

En la zona del oeste hay otros sótanos abovedados con una serie de despensas y otras oficinas, que describiremos más adelante. Estos sótanos reciben luz por ciertos tragaluces dispuestos de forma inclinada para alcanzar el nivel constructivo. En la banda norte no existen sótanos y esta carencia se manifiesta en la ausencia de tragaluces en toda esa fachada, tal como se puede apreciar en la imagen. Tan solo hay un sótano o cantina en la zona de palacio, a la altura del patio de Coches, el cual recibe luz a través de unos tragaluces ubicados prácticamente a nivel del pavimento del patio. Continuando en este mundo subterráneo, cabría añadir un pasadizo mandado construir y costeado por Carlos III en 1770 que, atravesando la lonja, comunicaba el palacio con la segunda casa de oficios. La finalidad de este túnel, conocido también como la Cantina o Mina de Montalvo, era facilitar el acceso entre uno y otro edificio sin necesidad de atravesar la lonja, evitando las incomodidades del mal tiempo, sobre todo en invierno, cuando los vientos, lluvias, hielos y nieves podían llegar a constituir un verdadero e incómodo obstáculo. La construcción corrió a cargo del padre Pontones, según la idea del conde de Montalvo. Según Bermejo, medía unos cincuenta metros de longitud “no contando la escalera para bajar en uno y otro lado”, su altura era de 2,7 metros y su anchura de 1,95. En la entrada de la parte de las casas de oficios figura una inscripción con los datos de los patronos y artífices de la obra. Aunque la Cantina o Mina de Montalvo existe en la actualidad, no se permite su visita.

Por último, hablaremos de algo misterioso. Según algunos autores, Felipe II dispuso que se construyesen dos pasadizos a modo de salidas de emergencia que, partiendo de los sótanos del monasterio, llegasen uno hasta el paseo de África y otro hasta la casa de los frailes de Fresneda. No ha sido demostrada la veracidad de esta teoría, al menos de forma total, pues queda en entredicho que fuesen tan largos, sobre todo el de la Fresneda, que habría tenido más de dos kilómetros de longitud.  No obstante, las últimas obras desarrolladas en la vía férrea a su paso por El Escorial han puesto al descubierto un pasadizo de estas características que, por su lejanía con respecto al edificio, hace que el misterio siga en pie.

Texto extraído de nuestro libr: El Monasterio de El Escoria, curiosidades, anécdotas y misterios

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