El 16 de agosto a las once de la noche se originó un fuego en el Portal de Paños, comprendido entre el arco de Cuchilleros y el Arco de Toledo, dándose la alarma al instante a la iglesia más cercana, para hacer sonar las campanas.
De la casa cuartel más próxima, se dirigieron los mozos de la limpieza hacia el incendio con las primeras bombas y sólo seis cubas y no las doce que había, pues debido a las escasez de mulas no fue posible. Ya en el lugar del siniestro se reunieron con los matafuegos que rápidamente empezaron a hacer cortes con sus hachas para evitar la propagación. Al iniciarse el incendio, los trabajos fueron dirigidos por el encargado en estas labores, Samuel Amadeo Crompag. Rápidamente se dio cuenta que los aljibes de la plaza que debían estar llenos de agua, estaban vacíos, por lo cual, las primeras seis cubas no fueron suficientes, mandando a los mozos que volvieran rápidamente a la casa cuartel para desenganchar las mulas y engancharlas a las seis cubas restantes y hacer llegar el agua a la plaza lo antes posible.
Durante este interminable tiempo el incendio tomó grandes dimensiones, apoderándose de varias casas y creando mucha confusión y desorden en aquellas personas aterradas, que huían del denso humo. Se mandó traer de inmediato las demás bombas, carros con herramientas y cubas de agua de las demás casas cuartel, ordenando abrir los pozos que había en la plaza y poner todos los medios para sofocar el incendio. Los vecinos que allí vivían arrojaban sus enseres por las ventanas y terrazas, por temor a que se quemaran, complicando el acceso a las personas, que corrían presas del pánico. Incluso enrollaban a niños con mantas para arrojarles por los balcones, para en el mejor de los casos, salvarles la vida.
Las campanas de todas las iglesias sonaron con tanta fuerza que todo Madrid quedó sobresaltado, llenándose la Plaza Mayor de autoridades. Los arquitectos, tropas, oficiales de carpintería y albañilería y demás gremios permanecieron bajo las órdenes del arquitecto maestro mayor, Juan de Villanueva.
En el diario de Madrid del día 24 de agosto se anunció; “El fracaso de hundirse el piso de una casa cercana al arco de la Calle Toledo del día 22, con cuatro trabajadores de los cuales se salvaron tres y pereció uno”. El fuego permaneció vivo durante nueve días y aunque asistieron más de mil hombres, todas las bomba, aguatochos, infinidad de herramientas y más de 750 cubos y espuertas, resultó imposible evitar que desaparecida la plaza en un tercio de su perímetro. Durante esos días se gastó en extinguir el incendió más de un millón de reales y se repartieron 46.000 raciones de pan y queso para los que trabajaron sin descanso en unos de los mayores incendios sufridos por la ciudad. Carlos IV puso a disposición de los 1.302 madrileños afectados que vivían allí, un millón de reales de su real erario, encargando al excelentísimo Sr. Conde de Campomanes llevar a buen fin este acto.
Madrid tardaría en vez su plaza reconstruida sesenta años, con un cambio considerable de su aspecto, rebajándose una planta en toda la plaza y reformando su balconaje.
Texto extraído de nuestro libro «Historia del cuerpo de bomberos de Madrid”.