¿Cómo se distribuía sociológica o económicamente la población de Madrid en el Siglo XVI? Conviene tener presente que las fronteras de Madrid en 1590 eran las mismas, aproximadamente, que en el Siglo XVII… y casi en el XIX. Es decir, que el aumento de población se alojó en viviendas de más alturas, con mayor presión demográfica sobre el suelo.
En cualquier caso, un tercio de las actividades económicas de Madrid se realizaba entre las calles de Atocha y Alcalá, sobre todo en las inmediaciones de la Plaza Mayor, un cuarto tenía entre las de Toledo y Alcalá (con vértice también en la Plaza Mayor) y por último, un quinto entre las calle de San Bernardo y Fuencarral. En estos tres triángulos se concentraba casi el 75% del comercio y la artesanía madrileños a finales del XVI.
El mundo económico más ágil estaba en el corazón de la ciudad: Puerta del Sol, Calle Mayor, Plaza Mayor…Por otro lado, parece claro que la población inmigrante se asentaba de acuerdo a sus redes de pertenencia forjándose cerradas dependencias de solidaridad, así que unas partes y otras de la ciudad no tenían por qué mantener contactos, de tal manera que no parece haber un asentamiento definido de los trabajadores en Madrid o, en otras palabras, que por todas partes los había de todo o casi todo.
Cerca del Rastro, que es el lugar donde se sacrificaban las reses, o que se trafica con la carne al por mayor, abundaban más que en ningún otro lugar de la ciudad los individuos entonces llamados “tratantes en el rastro”, hoy mayoristas de carne. Es el barrio del matadero, de los cabestreros, de bastero. Es también la zona en la que hay más artesanos dedicados al trabajo y aprovechamiento de los despojos de las reses: zapateros, curtidores, triperos… Por esa área de tanto trajín, no podían faltar quienes dieran algo de aliento a los forasteros, y así taberneros, bodegoneros y mesoneros. Por ser zona intermedia entre las afueras y el centro, eran muchos los fruteros y tenderos.
Alrededor de la Plaza Mayor abundaban los mercaderes, individuos con actividades comerciales de lujo, pues distribuirían las importaciones de lo más caro y también con escarceos en el mundo financiero, unos como prestamistas del rey, otros como prestamistas de particulares. Se asentaban alrededor de y en los confines de la plaza, hacia la puerta de Guadalajara.
Sin embargo, el cinturón del Madrid de entonces estaba plagado de agricultores y, cuanto más hacia el centro (tomando como referencia la Plaza Mayor) irían tornándose en vendedores, acá gallineros, allá fruteros o tenderos, como en la barriada del Rastro. La relativamente escasa concentración poblacional era la causa de que hubiera aún huertas dentro de la ciudad; como alrededor de la calle de las Huertas donde había más fruteros que bodegoneros, por ejemplo; pocos extraños pasaban por allí.
Texto incluido en nuestro libro ‘Madrid, corazón de un imperio‘