Durante la segunda mitad del siglo XIX se desarrollaron distintas iniciativas para que la antigua Biblioteca Real, ya denominada Nacional, abandonara la antigua casa del Marqués de Alcañices para trasladarse a un nuevo edificio que pudiera albergar definitivamente y sin problemas de espacio todos sus fondos. El lugar elegido para ello era el solar de la antigua escuela de Veterinaria, en el Paseo de Recoletos. Al concurso sólo se presentaron los arquitectos Francisco Jareño de Alarcón y Francisco Enríquez Ferrer. Se eligió el proyecto del primero por considerarse que era «más práctico y de aplicación que artístico». En él Jareño proponía que el edificio ocupara toda la manzana situándose en el centro de la misma, idea que fue aprobada por el jurado. Así que en junio de 1865 se comenzó con los trabajos de derribo de la escuela de Veterinaria y de desmonte de los terrenos, mientras Jareño perfilaba su proyecto mejorando los aspectos más artísticos. La idea es que estuviera todo listo para que en pocos meses la reina Isabel II pudiera asistir al acto de colocación de la primera piedra.
Y, efectivamente el 21 de abril de 1866, se desarrolló con toda solemnidad la ceremonia con presencia de la Reina. Las crónicas de la época relatan como todo el solar «se hallaba cercado de una empalizada cubierta con un extenso lienzo de los colores de la bandera nacional. En los cuatro ángulos y el centro de los costados se alzaban elevados mástiles con grandes banderas, debajo de las cuales se destacaban escudos de gran tamaño con las armas de España». Además, en el lugar de colocación de la primera piedra «había otros cuatro mástiles de gran altura y más atrás otro colosal. Sobre cada una de las pilastras de los trece mástiles mayores y bajo las armas de la nación había una estatua representando las nueve musas, las tres artes liberales, pintura, escultura y arquitectura, y la España». A la llegada de la Reina una orquesta de trescientos instrumentos dirigida por Barbieri interpretó la marcha real y comenzaron los discursos a cargo del Ministro de Fomento, Antonio Aguilar y Correa, y de Juan Eugenio Hartzenbusch, en nombre del cuerpo de bibliotecarios. En los cimientos se enterró una caja con algunos elementos simbólicos como periódicos del día, monedas de la época o una medalla con el busto de la Reina.
En ese mismo mes, abril de 1866, comenzaron las obras a buen ritmo, pero poco a poco se ralentizaron cuando disminuyó a su vez el número de obreros destinados al proyecto. A ello se unieron problemas políticos que desembocaron en la destitución de Jareño. Parece que el inductor de su despido fue el bibliógrafo e historiador Cayetano Rosell que, disconforme con el proyecto, influyó en su consuegro José Luis Albareda cuando este fue nombrado ministro de Fomento. Las obras se adjudicaron en enero de 1887 con un plazo de ejecución de cinco años.
Finalizadas las obras, el edificio se estrenó albergando de forma temporal las llamadas Exposiciones Históricas que se celebraron en 1892 con motivo del IV Centenario del Descubrimiento de América. Terminadas estas, era el momento de distribuir los espacios y trasladar los fondos de las distintas instituciones que iban a tener allí cabida. A ese respecto, Manuel Tamayo y Baus, entonces director de la Biblioteca Nacional, se quejó en carta al ministro de Instrucción Pública del espacio reducido que se concedía a la biblioteca en relación al Museo Arqueológico,: «Cumpliendo mi obligación, haré yo lo que el Gobierno determine; pero, a ordenárseme instalar la Biblioteca Nacional en sólo aquel sitio que ahora tiene asignado, deploraré que en el grandioso edificio construido principalmente para ella, toque a tan venerado establecimiento la peor parte». El ministro, tras reunión de la comisión encargada del reparto, le contestaría favorablemente. Ya de manera más formal, una Real Orden de julio de 1893 determinó la distribución definitiva del Palacio, que dividía el espacio entre la Biblioteca Nacional, con fachada a Recoletos, y los Museos, con fachada a Serrano. Para ello se incluía un plano con una línea divisoria de ambos espacios que posteriormente se convertiría en un muro en dirección norte-sur. Una vez resuelto el traslado de los libros, la inauguración de la biblioteca tuvo lugar el 16 de marzo de 1896.
Texto incluido en el libro ‘Madrid y los libros’