Al hablar de la gastronomía madrileña no podemos olvidar algo tan propio y tan castizo como la «tapa». Si algo caracteriza a las tabernas y bares capitalinos es el aperitivo que compaña a la bebida. Suele ser gratuito aunque esto depende ya del negocio y de la simpatía del camarero.
El origen de la tapa se remonta al S. XIII. Parece que fue el médico de Alfonso X «El Sabio» quien, al caer enfermo el monarca, le recomendó que bebiera sorbos de vino acompañados de una pequeña cantidad de alimento entre las comidas. El tratamiento tuvo éxito y el rey quiso extender dicho consejo a sus ciudadanos.
Por esta razón promulgó una ley según la cual todas las tabernas de Castilla debían servir dicho refrigerio regado con el vino de la casa. Tuvo bastante aceptación ya que con ello se evitaba que los trabajadores bebieran alcohol y trabajaran bajo los efectos del vino. Este aperitivo evitaba que se bebiera con el estómago vacío y sentaba mejor.
Por este motivo, desde entonces, cuando se pide una bebida alcohólica, normalmente vino o cerveza se sirve una «tapa». Pero dicho término es más reciente. Se remonta a principios del S. XX y su protagonista también es un monarca. En esta ocasión se trata de Alfonso XIII.
En uno de sus viajes a Cádiz, el rey paró con su séquito en una taberna de playa llamada «El Ventorrillo del Chato». Alfonso XIII pidió una copa de Jerez y en el momento en que iba a beber se levantó un fuerte viento que arrastraba arena. El camarero cubrió entonces la copa con una loncha de jamón.
Sorprendido, el monarca le preguntó qué hacía, a lo que el joven le contestó que el jamón era la tapa para que la arena no entrara en el vino. Al rey le pareció curiosa la ocurrencia y repitió la acción. Gracias a ese «accidente», hoy «tapeamos» por Madrid.
Más información en «Madrid oculto» de Marco & Peter Besas.