Ayer, martes, fue el día grande del Carnaval y hoy, Miércoles de Ceniza, comienza la Cuaresma con el «Entierro de la Sardina». Una tradición que ha llegado a nuestros días y que viene de siglos atrás. Aunque su origen es algo incierto parece que se remonta al S. XVIII. Lo explicamos.
Algunos historiadores señalan que el origen de la sardina era una loncha de tocino a la que llamaban sardina. Enterrarla significaba que comenzaba el tiempo de Cuaresma en el que estaba prohibido comer carne. Otros apuntan que la sardina enterrada simbolizaba el ayuno y que escogieron este pescado porque era lo que se acostumbraba a tomar a media mañana.
Gómez Salazar plantea una explicación que tiene más que ver con lo político que con lo religioso. Parece que Grimaldi, el último de los ministros de Carlos III, apodado como «la sardina» por su delgadez y su atildada figura luciendo tisú de plata, cuando abandonó España fue despedido por el pueblo de Madrid con una mascarada en la que el citado hombre llevaba una sardina.
Fuera cualquiera que fuese el origen, lo cierto es que esta tradición echó raíces. En 1839, Mesonero Romanos describe la fiesta y a las personas que la celebran con todo tipo de detalles, desde el pelele que previamente había estado expuesto ante la vista de todo el barrio hasta los coros que acompañaban y seguían a la extraña procesión. Todos ellos siguiendo el camino que iba desde el Rastro hasta la Pradera del Canal, el actual parque de la Arganzuela y el antiguo Matadero.
A este entierro se sumaba una representación de la Cuaresma con una figura de cartón de una vieja con siete piernas que representaban las siete semanas de la Cuaresma. Era conducida por el séquito pero, al contrario del fantoche que iba a llegar a su fin, ella era coronada con un cetro de espinacas y envuelta en un manto negro. Comenzaba su reinado y así vestida, era llevada a la Plaza Mayor. Se exponía en una casa y cada semana que pasaba se le cortaba una pierna hasta que el Sábado Santo, al celebrar la Resurrección se acababa con ella. La vieja de cartón se hizo muy popular durante los siglos XVIII y XIX. Tanto, que la gente se compraba una imagen grabada en madera con este símbolo cuaresmal y le iban arrancando piernas mientras duraba el tiempo de penitencia.
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