Hace algunos días El País publicaba un reportaje en el que se daban cita algunos de nuestros más ilustres autores. La temática versaba sobre el lado cósmico de Madrid, con múltiples puntos de vista.

Con motivo de la exposición «NASA: La aventura del espacio» el artículo se refería, en primer término, a la primitiva antena espacial situada en Fresnadilla de Oliva y a la estación de Robledo de Chavela, que fue la que retransmitió la llegada de los primeros astronautas a la luna.

Además de los cincuenta relojes de sol, Madrid cuenta con numerosos centros astronómicos, como el centro de Astronomía Espacial de la Agencia Espacial Europea (ESAC), desde donde se manejan satélites que investigan fenómenos cósmicos como agujeros negros, explosiones de supernova y demás.

Y con este pretexto, el periodista daba pie a otras versiones cósmicas de Madrid, como su bandera, integrada por siete estrellas blancas. Las mismas que rodean el escudo del oso y el madroño. Parece que estas siete estrellas son las que forman la constelación de la Osa Mayor. En este sentido, Pedro López Carcelén, autor del «Atlas Ilustrado de la Historia de Madrid», explicaba que se introducían por primera vez con el reinado de Felipe II.

Por su parte, Isabel Gea, prolífica autora de Ediciones La Librería, aludía a su libro «Los nombres de las calles de Madrid» y ponía como ejemplo la calle de la Estrella, la calle Luna o la misma Puerta del Sol, abundando en el por qué de cada una de ellas.

Por último, Marco Besas, autor de los famosos «Madrid oculto» cerraba el reportaje con el famoso el dicho «De Madrid al cielo», cuya frase completa es «y en el cielo un agujerito para verlo».

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