Corrían los primeros años del S. XVIII cuando Jacobo Fitz-James Stuart -nacido de un amor ilegítimo entre el rey Jacobo II y una antepasada de Winston Churchill, conocida como Arabella- recibía el ducado de Liria de manos de Felipe V, en recompensa a su paseo triunfal en la batalla de Almansa (1707).
Pero sería su nieto Jacobo Fitz-James Stuart y Colón, casado con la aristócrata española María Teresa de Silva, quien encargó la construcción del Palacio de Liria al famoso arquitecto Ventura Rodríguez. El diseño del edificio respondía a cánones neoclásicos y fue inaugurado en 1773.
La segunda vida de este majestuoso Palacio -que acumula lista de espera de dos años para poder visitarlo- se remonta a 1953. Durante la guerra civil fue bombardeado quedando en pie tan sólo sus cuatro fachadas. Será el 17º duque de Alba, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, embajador en Londres, quien encargue su rehabilitación. Su muerte hace que su hija Cayetana retomara las obras, aún a costa de mermar a la mitad el patrimonio de la Casa de Alba.
El palacio de Liria tiene planta rectangular y presume de una severa simetría. Abren la propiedad unos maravillosos jardines con un toque afrancesado. Sus paredes acogen una gran parte la colección de arte de la Casa de Alba: obras de Rubens, Rembrandt, Velázquez, El Greco, Zuloaga…
Los libros son otros de los tesoros que alberga este palacio situado en la calle Princesa. En su biblioteca abundan los títulos en inglés, desde The Cid and his Spain, de Menéndez Pidal hasta Death in the afternoon, de Hemingway. En total hay 9.000 volúmenes de los 21.000 que se reparten por los 3.500 metros cuadrados del palacio.
Sólo se puede visitar la primera planta de las cuatro que tiene el palacio. un total de once salas de las doscientas que tiene esta residencia. Las estancias se reparten por estilos pictóricos, según el criterio de la presidenta del patronato de la fundación -que es la propia duquesa- y del vicepresidente -su hijo el duque de Huéscar-.
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