Como dos mundos paralelos, obligados a no cruzarse nunca. Así percibimos el paisaje que se dibuja en esta fotografía de Madrid tomada por Diego González Ragel hacia el año 1930. En primer término las relucientes ropas que acaban de pasar por las manos de las eficientes lavanderas del Manzanares. En el horizonte, el imponente Palacio Real con sus más de 4.000 estancias. Humildad y pomposidad. Dos realidades separadas por unos cuantos metros, dos universos que resaltan los fuertes contrastes que se percibían ya en el Madrid del siglo pasado.
Durante muchos años las orillas del Manzanares sirvieron de improvisados tendederos. Eran decenas las lavanderas que acudían hasta aquí con sus cestas cargadas de ropa para posteriormente lavarlas en las aguas del río y colocarlas al sol. Una de las estampas sociales clásicas de aquel Madrid añejo. En la fotografía vemos también la Ermita del Virgen del Puerto, construida precisamente para que todas estas lavanderas pudiesen asistir a los oficios religiosos.
Bonita imagen que podrás encontrar en nuestro libro El Madrid Interrumpido