José Bonaparte, hermano mayor de Napoleón, fue rey de España de 1808 a 1813. El hecho de que llegara al trono avalado por el emperador francés y a través de una invasión del ejército gabacho propició que se ignoraran sus virtudes, que las tenía, y que pasara a la historia popular como un monarca nefasto, lleno de vicios inconfesables, déspota y de mediocre inteligencia. Sin embargo, algunos historiadores destacan que era un buen diplomático, un intelectual que devoraba literatura, pacifista, preocupado por la cultura, protector de las artes, incluso que invirtió parte de su fortuna personal en educación y ciencia.


El pueblo de Madrid lo trató de forma despectiva como rey intruso, y en los mentideros le llovieron los sambenitos. Se le bautizó como el Rey Plazuelas, por la cantidad de estas que abrió en poco tiempo, lo que hizo que se destruyera buena parte del patrimonio histórico, sobre todo de la Iglesia, para liberar espacio. En este aspecto, puede que el sobrenombre no fuera del todo infundado, aunque también es cierto que algunas de esas plazas dieron amplitud, dinamismo y modernidad al aspecto urbanístico de la Villa y Corte, como las de Oriente, Santa Ana, Mostenses y San Martín.


Pero el tópico más cruel con el que le bautizó el pueblo fue el de Pepe Botella, debido a su presunta afición por la bebida. Era un sambenito, pues no se le probó ninguna adición de este tipo, sólo era una forma de desprestigiarle. Quizá se aprovechó el hecho de que una de las primeras medidas que tomó a su llegada al trono fuera suprimir el impuesto sobre alcoholes y autorizar la libertad de horario de las botillerías. En este sentido, se publicaba el siguiente decreto: «Queda suprimido desde este día en todas las provincias de España el estanco de aguardientes y rosolis, y libre su fabricación, circulación y venta. Los derechos que pagaban los aguardientes a su introducción en Madrid quedan reducidos en la forma siguiente: a 33 reales arroba el aguardiente común de quince grados, en vez de 57 reales y 10 maravedís; a 40 el de prueba de Holanda, y ron de diecinueve grados, en vez de 79 reales y 6 maravedís, y a 50 el prueba de aceite de veinticuatro grados, en vez de 140 reales y 25 maravedís. Los rosolis y licores pagarán los derechos establecidos; y la fábrica existente de la Real Hacienda, mientras no se logre enajenarla o arrendarla, satisfará los derechos en los aguardientes que introducen como cualquier particular».


«Pepe Botella, / baja al despacho. / —No puedo ahora, / que estoy borracho. / No quiere Pepe / ninguna bella. / Quiere acostarse / con la botella. / Ya se va por las Ventas / el Rey Pepino. / con un par de botellas / para el camino».


El investigador alicantino Antonio Piqueres afirma que «existen unos sucesos anteriores, y que vienen también a alimentar esta teoría de borracho y bebedor compulsivo de José I. Esa versión se remonta a julio de 1808, cuando inicia un viaje por España y se hospeda en Logroño, concretamente en Calahorra, en la finca de un noble, conocida por sus variados caldos y su excelente biblioteca. Sin embargo, al día siguiente, cuando el rey sale de la finca, descubren que todos los vinos habían desaparecido de la bodega. Todos estos hechos son ciertos, y además están documentados. Un acontecimiento que aprovechó nuevamente la propaganda patriótica para culparle de haberse bebido todos los vinos y, por tanto, de borracho. Lo que sí fue cierto es que José I, días atrás, había ordenado a su ejército que requisara todos los vinos que les habían robado. ¿Pudieron, por tanto, quitar los vinos de la finca de Calahorra el ejército napoleónico? Probablemente, pero resulta imposible demostrarlo. Pese a todo, José I fue un rey más bien abstemio, muy poco amigo de la comida y la bebida en abundancia».


Algunos dicen que sólo bebía de vez en cuando vino de Borgoña, y tanta era su afición al alcohol que lo rebajaba con agua. Lo cierto es que no está probado que José Bonaparte fuera un gran bebedor ni tampoco un ludópata, como también se le atribuía. Una caricatura de la época le representa cabalgando sobre un pepino y vestido con un traje hecho de cartas de naipes y vasos de vino. Entre las coplas y cantares de los madrileños sobre la presunta afición de José Bonaparte a la bebida una letra decía: «Cada cual tiene su suerte, la tuya es de borracho hasta la muerte».

Texto incluido en el libro ‘Errores en la historia de Madrid’

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