La tradición de esta calle se halla relacionada con la de su inmediata vecina, la Calle de la Espada, pues el maestro de esgrima que tenía su escuela en el corralón que dio nombre a esa otra vía, vino, al ser desalojado éste, a encontrar plaza para su enseñanza en uno que había más abajo, en esta de que hablamos.

Pertenecía este corralón a un mercader de libros, quien se lo alquiló al maestro de armas en veinte ducados cada año, y allí siguió enseñando a sus discípulos y permitiendo asaltos por diversión a otras gentes, en los días festivos. Siguiéronse de esto algunos escándalos, por lo que se negó la entrada pública, limitándose a los alumnos entre los que estaban los pajes del duque de Lerma. Y de aquella escuela quedó el nombre a la calle.

Esta es de las más características de los barrios bajos. Canal que enlaza las corrientes de Embajadores a Lavapiés y matriz donde arranca la vieja Calle de la Comadre que, al cambia su nombre por el del Amparo, no ha perdido su fisionomía tradicional.

Alguna de sus casas, harto hospitalarias, muestran todavía el turbio farolillo indicador de que hay allí un techo propicio a todo lo cobijable, y a más de alguna taberna, que es también franco asilo de la picaresca, queda en ella el más famoso cafetín, nocturno asilo de personajes del hampa y de gente desventurada, que, en las largas noche del invierno, busca en sus rincones un momentáneo reposo a su vagar sin rumbo y sin fortuna.

Extracto de nuestro libro: Las Calles de Madrid de Pedro de Répide, lectura imprescindible para entender la historia que encierran las calles de la Villa.

Calle de la Esgrima

/* Estilos para menú plegable móvil Divi */ /* JS para menú plegable móvil Divi */