Diego de Silva y Velázquez llegó a Madrid, procedente de Sevilla, en agosto de 1623 y requerido por el conde duque de Olivares. Tras retratar por primera vez a Felipe IV se convertirá en pintor del Rey. Desde ese momento hasta su muerte, treinta y siete años después, fija su residencia en la capital de la Corte.
A partir de ese momento se instalará en la Casa del Tesoro, un edificio adjunto al Alcázar Real, situado aproximadamente en lo que hoy es la Puerta del Príncipe. Su estancia en Madrid coincidirá con los últimos años del Siglo de Oro español que tiene su especial escenario en esta villa y corte.
La vivienda estaba repartida en cuatro plantas: el cuarto bajo, la bovedilla, la bóveda y el cuarto alto. Esta distribución estaba bien diferenciada porque cada estancia tenía sus propias funciones y -por otro lado- era típica de las dependencias anexas al Alcázar Real.
Se tiene constancia de que el pintor vivía de manera holgada ya que en su residencia había 28 tapices, alfombras, cortinas y otros muebles propios de las personas ricas de la época. Como casa de pintor, estaba decorada con multitud de cuadros, propios y ajenos.
En el inventario de cosas personales de Velázquez se han encontrado muebles de calidad, ropero surtido de trajes y sombreros, plata en abundancia, vajillas valiosas y otro tipo de joyas. También se han hallado algunos utensilios propios de los fumadores, lo que hace suponer que el pintor tenía dicho hábito.
Entre sus enseres destacan también 156 libros -una cantidad muy alta para la época- de los que la mitad estaban en italiano, cerca de una decena en latín y -por supuesto- una importante colección de libros de arte (entre ellos dos sobre Miguel Ángel).
Son éstos algunos de los datos que se extraen de una reciente investigación. Pistas que nos brindan la posibilidad de conocer algo mejor los gustos y la forma íntima de vivir de uno de los mejores pintores de nuestra historia.
Más información en «El Madrid de Velázquez» de José del Corral.