Cuenta la leyenda que estando San Francisco de Asís de ruta por España, en su camino entre Granada y Santiago, pasó por Madrid unos días. Caminando por los alrededores de donde está hoy situada la iglesia de San Francisco el Grande, donde tenía ubicada su choza, se encontró con un ciego que le pidió una limosna. El de Asís mojó sus dedos en el aceite de la lámpara que usaba para alumbrar el camino al caer la noche y el ciego recuperó su vista.

Días después, haciendo el mismo recorrido, de vuelta a sus aposentos, unos chicos de origen musulmán que habían oído del milagro de San Francisco, le quisieron hacer burla y se hicieron pasar por ciegos. El santo actuó de la misma manera que la vez anterior, mojó sus dedos en aceite y untó el líquido por sus ojos, quedando todos ellos ciegos al instante. Los chicos corrieron asustados golpeándose con todo lo que encontraban a su paso. Al poco tiempo, arrepentidos de sus broma al santo de Asís, se convirtieron al catolicismo y recobraron la vista. Desde entonces el lugar donde acontecieron estos hechos se le conoce como la Cuesta de los Ciegos.

Texto extraído de nuestro libro ‘Misterios y enigmas de Madrid

Misterios y enigmas de Madrid

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