Los días anteriores a la Navidad, las calles de Madrid se llenaban de rebaños de pavos, que venían de los pueblos de los alrededores. Ya se había perdido la costumbre que tenían los madrileños de criar ellos mismos el pavo de la cena de Nochebuena ya que, al disponer casi todas las casas de patio de vecindad, era fácil hacerlo. Los paveros y paveras se instalaban en cualquier esquina céntrica y en las cercanías de los mercados. También se veían jaulones llenos de aves vivas en las pollerías habituales, como ésta de Diego de León. El pavo, junto a los corderos, los pollos y los besugos era banquete obligado en estos días. La gente rodeaba a los animales con alegría y la expectación, mientras estos se ponían cada vez más tristes a medida que llegaba la gran noche. Su instinto adivinaba que eran ellos el manjar protagonista de tan importante fecha.
Fotografía de 1954 incluida en nuestro Estuche de Imágenes del Madrid Antiguo.