En esta ocasión nos dirigimos al año 1963, a la confluencia de la Gran Vía con la Calle de Alcalá para fijarnos en un tipo impoluto. El uniforme de los guardias de tráfico en verano seguía siendo desde hacía muchos años la chaqueta blanca, cruzada, y con cinturón. El casco blanco fue un regalo del alcalde a sus «muchachos» bastantes años atrás. También hubo un intento fallido de usar unos cascos con una pintura alemana especial, fluorescente, para que se viera en la oscuridad y a distancia, pero resultó un absoluto fracaso. Nadie los veía.
Aquí vemos a este guardia, con la mirada fija y atenta a uno de los cruces más intensos de Madrid, el punto concreto donde Gran Vía y Calle Alcalá se funden. Una oficina privilegiada.
Fotografía incluida en nuestro libro ‘Imágenes del Madrid Antiguo‘