Madrid, años 30 del siglo pasado. Los dos primeros tramos de la costosa y esperada actual Gran Vía ya dejaban claro el propósito y la finalidad de esta artería, convertirse en el eje central de la vida de la capital. Con dos tercios ya en pleno rendimiento, la avenida mostraba un magnífico aspecto y una salud excelente. Multitud de personas se dejaban ver por ella, al igual que un número elevado de coches, que por aquel entonces podían aparcar tanto en los laterales como en el centro del trazado.
Aquella Gran Vía era elegante y efervescente, mostraba además un lustroso aspecto, una pena que el estallido de la Guerra Civil frenase en seco aquellos buenos deseos. En la actualidad la Gran Vía muestra ese ajetreo casi a diario pero el lector coincidirá que buena parte de aquella esencia se perdió para siempre.