Indalecio Prieto, siendo ministro de Obras Públicas, se entregó con entusiasmo a la tarea de engrandecer y embellecer la ciudad, dotándola de comodidades y enlaces ferroviarios. Pero los periodistas le reprochaban con frecuencia el estado de dejadez y abandono de los suburbios, tales como Las Ventas del Espíritu Santo. No obstante, este barrio era pura alegría, a pesar de su proximidad a la necrópolis, inaugurada en 1925, y cuyas torres se ven al fondo. Los domingos el lugar estaba muy animado y lleno de numerosos merenderos. Había columpios, tiovivos y salones de baile. El público habitual se componía de militares sin graduación, ilustres fregonas, dependientes de comercio, gente de bronce y señoritos de provincias que venían a divertirse a la capital.
Fotografía incluida en nuestro estuche ‘Imágenes del Madrid Antiguo’