Irreconocible. De este modo se presenta la Plaza de Santa Ana en la mirada de 1966 que rescatamos hoy de nuestro libro ‘Madrid: 500 fotografías antiguas’. En el medio siglo de vida que separan la actualidad de la estampa que observamos, las diferencias son más que notables.
Ya no queda ni rastro de esos inmensos árboles bajo cuyas sombras los madrileños pasaban las tardes enteras. También desapareció esa fuente circular, presidida por la figura de un ave. En su lugar hoy solo vemos terrazas y más terrazas de los diferentes bares y restaurantes que ocupan el perímetro de esta plaza, órgano vital del encendido Barrio de las Letras.
Aquella plaza era una delicia para los transeúntes, un lugar donde los niños podían jugar o donde leer el periódico sin prisas bajo una apacible sombra. Un espacio que, poco a poco, fueron perdiendo los madrileños y que sería todo un acierto recuperar para la ciudadanía.