Con el trazado de la Gran Vía desapareció la Travesía del Conservatorio que anteriormente Texeira y Espinosa reseñaron en sus planos con el nombre de Calle de la Cuadra por situarse en ella las caballerizas del Santo Oficio. Allí eran encerrados los caballos y los mulos que –enjaezados – utilizaban los Inquisidores y otros altos funcionarios en ciertas procesiones.
Además daba cobijo este lugar a “los asnos que – según Répide – servían para llevar a los reos de la Inquisición hasta el quemadero (…) utilizándose también para el afrentoso paseo de los azotados y de las emplumadas”. Alcahuetas que eran montadas en el burro y acostumbraban a desnudarlas del medio cuerpo arriba y, untadas con miel, las sembraban de plumas menudas, pareciendo monstruos Por si esto fuera poco, las mocas y otros insectos acudían a picar tan dulce manjar, constituyendo un nuevo suplicio para estas mujeres. Parece ser “que los verdugos por cada borrico que necesitaban para ‘pasear’ a las víctimas, requisaban unos cuantos”.
Relata el historiados Fernández de los Ríos que existía antaño un lugar fuera del Portillo de Santo Domingo donde la Inquisición quemó “a dos mujerzuelas y un rufián que se decía habían profanado una imagen. En lo alto de la cuesta encendieron una hoguera que consumió los cadalsos de los reos, colocando después en aquel sitio tres ruces”. La vía que más tarde se formó llevó el nombre de las Tres Cruces.
Extracto de nuestro libro La Inquisición en Madrid, de Amalia Fernández