Aunque hoy parezca mentira imaginarse una plaza de toros en la manzana delimitada por la Plaza de la Independencia y las calles de Alcalá, Claudio Coello y Serrano, lo cierto es que existió. La primera plaza de toros de Madrid redonda y cerrada se inauguró el 22 de julio de 1743.
Aquella plaza estaba construida en madera y ladrillo y tenía capacidad para seis mil espectadores. Fernando VI la mandó derribar porque se había hundido varias veces. Seis años después, los arquitectos Ventura Rodríguez y Mercadillo levantan el nuevo coso de piedra y ladrillo.
Tendrá el doble de capacidad que la originaria y en ella se lidiaban doce corridas de toros entre los meses de marzo a octubre. Allí se vivieron las primeras tardes de toros de la capital. Congregaba a una multitud de gentes de distintas clases sociales que compartín la misma afición.
El 19 de julio de 1874 se celebra la última corrida. Torearon Lagartijo, de larga cambiada y sobriedad en el adorno, y Frascuelo, con la seriedad, arrogancia y audacia que le caracterizaban. Allí perdieron la vida Pepe- Hillo, Manuel Parra, Roque Miranda, Santiago Barragán, Manuel Jiménez del «Cano» y «Pepete» que murió el 20 de abril de 1860, en un espectáculo presidido por Isabel II.
Aquella emblemática plaza tuvo un cronista de excepción: Francisco de Goya, que reflejó aquellas tardes de gloria en la serie titulada «La Tauromaquia». Una de sus láminas, la 21, refleja el acaloramiento del público intentando huir tras comprobar que un toro ha saltado a las gradas.
Más información en «Leyendas y anécdotas del viejo Madrid» (Segunda Parte) de Francisco Azorín.
Po precisar algunos extremos, es conveniente recordar que el primer proyecto de plaza de toros se debe al arquitecto real Juan Bautista Sachetti, artífice del actual Palacio Real; en cuanto a los arquitectos de la segunda reforma, son Ventura Rodríguez y Francisco de Moradillo, y no Mercadillo. Respecto a los grabados de Goya, el grabado no es de acaloramiento sino de pánico, pues el toro que saltó las gradas acabó con la vida de uno de los espectadores, que, a la sazón, era alcalde de Torrejón. El suceso tuvo lugar el 15 de junio de 1801 y Goya representa la escena de toro, con la testuz erguida, levantando entre los pitones el cuerpo del infortunado espectador.
Efectivamente, el arquitecto de la reforma es Francisco Moradillo; se trata de una errata de transcripción por nuestra parte. Y respecto al grabado de Goya, la diferencia entre «acaloramiento» y «pánico» es una cuestión de matices sensoriales y por ende, personales.