El Madrid goloso puede presumir de dos pastelerías centenarias. La más veterana es la Antigua Pastelería del Pozo, que abrió sus puertas en 1830 con el nombre de Horno de la Calle del Pozo, en el número 8 de la calle del Pozo, detrás de la Carrera de San Jerónimo. La fachada es de las de antes, de madera y con paños de cristal en las puertas. Desde el escaparate se ve el obrador, el horno artesanal donde de preparan los más exquisitos hojaldres de Madrid, su especialidad, junto con el roscón de reyes y las torrijas durante todo el año.
El Riojano, en la calle Mayor número 10 fue fundado en 1855 por Dámaso de la Maza, oriundo de ducha región española. Fue pastelero de la Casa Real y de la reina Maria Cristina de Nápoles quien diseñó la pastelería. Las obras las llevaron a cabo los propios ebanistas de palacio y se usaron materiales nobles como la caoba, el mármol y el bronce. Sus especialidades son las denominadas pastas del Consejo, las que se preparaban para el rey niño Alfonso XIII cuando presidía las sesiones y que aún se siguen sirviendo en el Senado y los tan castizos azucarillos de limón. Como anécdota señalar que las vitrinas no caben por la puerta, se realizaron de tal manera que no se pueden sacar del local sin desmontarlas.
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