Hubo un tiempo en que en Gran Vía 30 existió uno de los teatros más lujosos de la ciudad. Fue el Marqués de Fontalba quien en 1924 ordenó al prestigioso arquitecto José López Salaberry que construyera aquel edificio memorable de alto valor económico y artístico.
El Teatro Fontalba era de mármol, bronce cincelado, caoba y terciopelo azul. Un proyecto encajado entre dos bloques de viviendas más altas y coronado con una escultura. Era tan sofisticado que contaba hasta con aparatos para sordos en las primeras filas de butacas.
Sin embargo, aquel alarde para la cultura fue derribado a mediados de los años cincuenta. En su lugar -y ante la falta de normativa para proteger el patrimonio arquitectónico- Blanco Soler levantó un geométrico rascacielos donde se ubicó el Banco Coca, elevándolo por encima de sus vecinos adyacentes.
Aquel edificio duró algo más que su predecesor. En los años noventa Federico Echevarría se hizo cargo del proyecto. En este caso no se derribó porque la normativa había cambiado. El resultado fue una reinterpretación del teatro Fontalba pero con un aire moderno, neoyorkino.
Actualmente el edificio está vacío, salvo las plantas comerciales. Su propietario, Servihabitat de La Caixa busca comprador. Se han barajado varias opciones, desde viviendas de lujo hasta un hotel de cuatro estrellas. Lo cierto es que desde sus ventanales se ve una vista maravillosa de Madrid, porque la ubicación es inmejorable.
Más información en El País.
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