Y va de misterios. Porque en Madrid detrás de cada historia existe una leyenda. Como ciudad antigua que es aguarda secretos, acontecimientos extraordinarios o simplemente hechos cotidianos distorsionados por sus vecinos a través de los siglos.
Cuentan que en la calle de San Pedro y San Pablo vivía una bruja cuyo nombre era Isabel Jimena. Era ésta íntima amiga de otra bruja de mala fama que vivía en la calle de la Madera y que era popularmente conocida como Antonia de la Calle.
Parece ser que cada noche los vecinos de Isabel Jimena observaban cómo entraban en su casa una legión de feroces y enormes gatos negros que no dejaban de maullar. El hecho se convertía en misterioso cuando al denunciar el caso, los guardias registraban el lugar y no encontraban rastro alguno de los felinos.
Fue por esta razón por la que se desató la leyenda que contaba que, en realidad, no eran gatos sino personas disfrazadas o almas en pena en forma de felinos que se arremolinaban en torno a la bruja que les había causado el maleficio.
Pero no fue la única historia morbosa que se escuchó. También se decía que la bruja se alimentaba de la sangre que chupaba a los niños y que esos gatos eran niños convertidos en felinos por artes de la bruja, quien, tras chuparles la sangre, desaparecían misteriosamente.
Más información en «Duendes, fantasmas y casas encantadas de Madrid» de Ángel del Río.