El origen del nombre de Navacerrada podría estar en «nava» que quiere decir «tierra llana», generalmente cultivable y a veces pantanosa, situada entre las montañas, más el añadido «cerrada», ya que se trataba de un lugar de cultivo vallado.
Parece que la primera población de Navacerrada se remonta a tiempos de Alfonso VII, a mediados del S. XII, cuando los pastores segovianos cruzaban la sierra en busca de pastos. Su condición de zona fronteriza causó numerosos problemas entre sus primeros pobladores y los madrileños, lo que se resolvió con la actuación decidida de Alfonso X el Sabio y la creación del Real Manzanares.
El puerto de Navacerrada ha estado siempre vinculado a los avistamientos de ovnis. El puerto se encuentra unos kilómetros más arriba de esta población, situada en la entrada del denominado valle de la Barranca, en plena sierra de Guadarrama, compartiendo con las sierras limítrofes segovianas gran número de leyendas y tradiciones.
Contaremos aquí la experiencia de una joven que se encontraba en un albergue juvenil de la localidad. Era un día de junio de 1967 por la mañana cuando Consuelo O. vio un objeto sobre el suelo de forma cilíndrica y del tamaño de un coche. Se apoyaba en dos gruesas patas con luces rojas y verdes. A los diez minutos, el objeto despegó a gran velocidad dejando tras de sí una estela de fuego. No hay más testigos de este avistamiento.
Pero no es la única leyenda que aguarda la zona. La que contamos a continuación compete a Navacerrada, la Fuenfría y Peñalara. Y tiene como protagonistas el convento de Casarás y a un caballero templario. La leyenda cuenta que esta construcción fue habitada por Hugo de Marignac, que se enamoró perdidamente de una dama de la reina de Castilla que residía temporalmente en Valsaín.
Como su amor no fue correspondido, acudió a un hechicero de Peñalara. Ambos llegaron a un acuerdo: el primero le daría unos datos sobre un templario que estaba escondido y el segundo le facilitaría el amor de la dama. El nigromante instó al caballero a que atravesara con su espada la imaginaria figura de su dama. Y luego le pidió que cumpliera su parte del trato, a lo que Hugo se negó. El hechicero le dijo entonces que le había engañado y que, en realidad, había matado a la mujer deseada. El templario, en venganza, mató al hechicero. Y desde entonces, se dice que el fantasma del templario se mantiene expectante vigilando que nadie se acerque al lugar, penando así su pecado.
Más información en «Misterios, anécdotas y leyendas de la Comunidad de Madrid», de José Felipe Alonso Fernández- Checa.