Los primeros carteros de los que dispuso Madrid aparecieron en el año 1756, durante el reinado de Fernando VI. En aquel momento se nombró a un total de doce encargados para el reparto de la correspondencia en la capital. Lo habitual era que cada cartero viviese en el barrio en el que repartían, conociendo a la perfección tanto a vecinos como la zona en sí. Este hecho ayudaba de manera notable a que no se perdiese ninguna carta y que la correspondencia llegase a su destinatario.
Anteriormente de la creación de este servicio sólo existía un Cartero Mayor, ubicado en el edificio del Correo, en el antiguo número 32 de la Calle Postas. Éste apartaba las cartas oficiales y además confeccionaba una lista con los nombres de los vecinos que habían recibido alguna. La lista se exponía al público para que los interesados recogiesen sus cartas. No obstante, pronto surgieron los personajes más espabilados. Lo que hacían era recoger las cartas y posteriormente entregarlas a los destinatarios, exigiéndoles a cambio el abono de una pequeña cantidad de dinero por el “servicio” prestado.
Por cierto, cuando se creó el servicio de carteros, y hasta la llegada del sello postal que establecía el pago por adelantado, el importe del franqueo lo pagaba el destinatario.
Esta historia la podrás encontrar en nuestro libro ‘Curiosidades y anécdotas de Madrid’ (2º parte)
Foto del artículo sacada de la web Caminando por Madrid.