El primer urinario de Madrid se colocó en 1836 en la Puerta del Sol, más o menos frente a la pastelería La Mallorquina. En su interior había «un gabinete de lectura, un despacho de licores y cerveza y nueve aseos comunes o retretes, seis para caballeros y tres para señoras. Por leer todos los periódicos se llevó un real y por ocupar un retree cuatro cuartos».
Estaba construido sobre una alcantarilla y se derribó cuando se remodeló la Puerta del Sol en 1855. En años posteriores se instalaron en algunas calles y plazas unos edificios rectangulares con cúpula que se destinaban a este fin. Más tarde fueron sustituidos por unas cubetas y columnas urinarias, para evitar que la gente orinase en l calle.
A mediados del S. XIX, con la reforma de ampliación de la Puerta del Sol que le dio la forma elíptica que tiene hoy, se inauguraron dos urinarios: uno entre las calles Preciados y Carmen y otro en la esquina de la calle Carretas.
A pesar de que tres eran bastantes para la zona, estaban tan sucios que la gente prefería seguir utilizando la calle. Las multas por no utilizar los urinarios dieron lugar a una famosa coplilla popular que decía: «Este monumento infexto/ se debe al duque de Sexto/ ¡Cinco duros por mear!/ ¡Caramba qué caro es esto!/ ¿Cuánto querrá por c…/ el señor duque de Sexto?»
Más información en «Madrid curioso» de Mª Isabel Gea Ortigas