Si hablamos de cocina madrileña tradicional tenemos que nombrar, obligatoriamente, a Malacatín. Enclavada en el castizo barrio de La Latina, más concretamente en la calle Ruda, nº 5, este local centenario, abrió sus puertas por primera vez en 1895 de la mano de Julián Díaz García.
En un primer momento, se llamó Vinos Díaz. Fueron años calamitosos, Julián tenía que salir adelante sin agua, ni luz, ni gas, recurriendo a los candiles de aceite y su buena voluntad. Julián tuvo doce hijos, solo dos de ellos varones. Por eso, la tasca era conocida por sus parroquianos como «Las chicas» por la cantidad de mujeres que la regentaban.
Abría a las seis de la mañana y solo servía té con aguardiente y galletas a sus mejores clientes que eran, principalmente, obreros, panaderos, traperos, albañiles… En ese tiempo, aquella calle era un mercado ambulante de verduras y plantas. Y fue en aquel ambiente donde un ciego que solía tocar la guitarra siempre con la misma melodía empezó a frecuentar el lugar. El tabernero le increpaba: «¿Ya estamos con el ma-la-ca-tín, ma-la-ca-tín?
La hija menor de Julián, Flora, fue quien se quedó con el negocio. Fueron ella y su marido Isidro quienes empezaron a cocinar su contundente cocido y supieron ganarse la confianza de la clientela. Su hija Conchi y ahora su nieto José Alberto heredaron el local y los sabios consejos para cocinar uno de los mejores cocidos que se comen en la ciudad.
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