Mañana es el día de San Valentín, el santo de los enamorados, por eso desde Ediciones La Librería queremos contaros cómo era esta costumbre tan castiza de lanzar piropos.
Durante la dictadura de Primo de Rivera se prohibió a los madrileños que piropearan a las mujeres bajo multa de cuarenta pesetas. Pero los jóvenes madrileños no se dieron por vencidos y como vieron que la prohibición se limitaba a las expresiones verbales, se lanzaron a la calle con carteles en los que ponían mensajes del tipo: «So guapa», «eres un monumento»… y los enseñaban cada vez que se cruzaban con una mujer que lo merecía.
El periodista de ABC, José Baró Quesada, recogía en su libro El Madrid de las dos rosas cómo en la fuentecilla de la calle de Toledo, un hombre llevaba una pizarra en la que había escrito en tiza: Adiós, Vicenta, no te digo nada por temor a las cuarenta provocando la risa de los que allí estaban, incluido los guardias.
Para más información Madrid curioso de Isabel Gea.