Y DE REPENTE NUEVA YORK

Existen nacionales y hay ciudadanos. Unos pertenecen a una nación-estado y otros se sienten, por el contrario, umbilicalmente unidos a una determinada ciudad que no siempre tiene porque ser la de origen. Es la constatación de un profundo sentimiento tanto de pertenencia como de alienación en la ciudadanía de las grandes urbes, pero vinculada no tanto por añosos factores identitarios o étnicos, como por la sensación de formar parte de redes transnacionales de orden cultural, económico, lúdico y social. 

Esta obra refleja exactamente esta experiencia, y lo hace merced a un relato articulado sobre la transferencia de recuerdos y vivencias neoyorquinas que durante los últimos cuarenta años se ha establecido entre el fotógrafo y su hijo (y amanuense), siguiendo para ello el mejor rastro posible,  una extraordinaria colección de fotografías inéditas de la incatalogable ciudad de Nueva York, comprensivas de esas cinco décadas de deslumbramiento. Desde el blanco y negro brumoso de la Staten Island de 1964 al cromatismo exacerbado del Wall Street de Lehmann Brothers, pasando por la singularísima lectura que de la ciudad realiza Raúl Cancio a lo largo de su relación con Manhattan. Una relación que responde fielmente a ese perfil de ciudadano transnacional, cuyo confort vital lo encuentra más en la globalidad urbanita que en el arraigo nacional. Nueva York no es América. Como Londres no es Inglaterra, París no es Francia o Hong Kong no es China.  Son entidades cada vez más alejadas de sus Estados e inversamente vinculadas entre ellas, en una suerte de renovada Liga de Delos en la que, en palabras de Richard Sennet «el lugar más importante para Londres es Nueva York. Y para Nueva York, Londres y Tokio. La ciudad de Londres, en puridad,  pertenece a un país compuesto por ella misma y Nueva York».