Leemos en un diario del 30 de octubre de 1867 una curiosa y violenta protesta de alguno de los redactores en la que, desde luego, lleva toda la razón y hasta podría pensarse que demasiado para que haya sido posible.
Denuncia el periodista que alguien cuyo nombre no parece conocer, todos los días colocaba, sujeto a la verja de la plaza de Santa Ana, no un perrillo, sino nada menos que un oso. El animal se pasa allí todo el día a la vista de los viandantes ocasionando un indudable peligro, que se hace mayor cuando se piensa en los niños, que juegan habitualmente en aquella plaza. Por otra parte, por las noches, ¿Qué haría con el oso su dueño¿ ¿Lo tendría en un piso de los alrededores?
Hemos buscado con la natural curiosidad, pero nada hemos podido volver a saber del oso de la plaza de Santa Ana, ni de su atrevido y descuidado dueño, ni siquiera de la bondad del animal, que debía de ser grande, cuando tampoco hemos encontrado que causara grave incidente que mereciera o hubiera de ser reflejado en los periódicos.
Texto que podrás encontrar en nuestro libro ‘Sucedió en Madrid‘ de José del Corral.