Damos un paseo hoy por la plaza de la Cebada, cuyo origen se remonta a principios del siglo XVI sobre unos terrenos que pertenecieron a la encomienda de Moratalaz de la Orden militar de Calatrava y la que, desde un principio, fue lugar elegido para la venta de cereales, legumbres y tocino por parte de los labradores de las cercanías de la Villa.
Su denominación, al parecer, se debe a que en ella se organizaba el reparto de la cebada para las caballerizas reales, los regimientos de Caballería y demás usos. Antaño, en su centro, existió una fuente alrededor de la cual se reunían asiduamente pícaros y aventureros. En el siglo XVIII se celebraban aquí las ferias de la ciudad y, más adelante, cuando la plaza Mayor deja de ser lugar de ejecuciones capitales, será ésta la que la sustituya a tal efecto. Entre los ajusticiados en ella están el famoso general Don Rafael del Riego, el héroe de Las Cabezas de San Juan, llevado al patíbulo en un serón entre el soez griterío de quienes poco antes le habían aclamado con el mayor de los entusiasmos, y Luis Candelas.
La Revolución de 1854 tuvo en la plaza uno de sus escenarios más importantes, convertida mediante barricadas en feudo militar de José Muñoz, alias Pucheta, torero madrileño que por entonces alternaba en los ruedos con Curro Cúchares pero se distinguió más en la arena político-revolucionaria que en la taurina, tanto que por los “servicios prestados”, algunos de gran crueldad como pasar por las armas a Francisco García Chico, ex jefe de la policía secreta, gravemente enfermo y trasladado desde su domicilio en un colchón hasta la plaza, fue nombrado comandante del Resguardo Especial de Sales de la provincia de Madrid.
Por un lado, la reforma urbanística emprendida como consecuencia de la desamortización de Mendizábal y, por otro, las condiciones de insalubridad que los puestos de venta al aire libre mantenían, concienciaron a las autoridades municipales sobre la conveniencia de proceder a la construcción de dos mercados: el de la plaza de los Mostenses y el que nos ocupa.
Fue encomendada la realización al arquitecto Mariano Calvo Pereira, quien se inspiró en las estructuras a base de hierro y cristal del entonces parisino de Les Halles. La primera piedra fue puesta en 1870 y se inauguró con el mayor de los boatos el 11 de junio de 1875 en acto presidido por el propio rey, Alfonso XII. Constaba de dos pisos que formaban pabellones y éstos, a su vez, secciones y puntos de venta. La armadura de hierro, de 6.416 metros cuadrados con cubiertas de zinc y cristal apoyadas sobre sólidas columnas también de hierro y una esbelta rotonda en su centro, contaba con muros y zócalo de fábrica de ladrillo, formando un precioso y estético conjunto. Obvio decir lo que ello representó en cuanto a la presentación y cuidado de los alimentos , sus condiciones higiénicas, etc… nota de modernidad que exigía ya una población como la madrileña, cercana a los 300.000 habitantes.
Texto incluido en nuestro ‘Recorridos por el Viejo Madrid‘