En lo que hoy es la calle Segovia se extendían, en su día, una sucesión de huertas regadas por el Pozacho. Del último tramo de esta vía partían dos calles, aunque según Mesoneros eran, más bien, derrumbaderos. Se llamaban de la Ventilla y Cuesta de Ramón.

La Cuesta de Ramón pasó a denominarse, simplemente, calle Ramón porque así se llamaba el dueño de la huerta. Existía un gran desnivel en estas tierras, con lo que los días de lluvia solía inundarse la zona llegando el agua a las casas y huertas aledañas.

Los vecinos decidieron, entonces, construir un dique que sirviera de contención a las riadas. Pero Ramón se negó. Cada vez que ocurría un nuevo temporal, las discusiones y peleas con Ramón subían de tono llegando, incluso, a situaciones violentas.

Después de mucho aguantar, los vecinos decidieron dar una lección al dueño de las tierras. Una mañana le esperaron, se abalanzaron sobre él y hundieron su cabeza en uno de los muchos charcos que la tormenta había dejado.

El propósito de los vecinos era darle un buen susto, pero la agresión se les fue de las manos. Cuando se quisieron dar cuenta, le habían ahogado. Este desgraciado suceso dio nombre a la mencionada Cuesta de Ramón.

Más información en «Relatos del Viejo Madrid. Leyendas de la A a la Z» de Amalia Fernández y Miryam Romero. 

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