Hoy nos referimos a uno de los bandidos madrileños que, quizás no sea conocido así de entrada, pero sí por su relación de amistad con el famoso Luis Candelas. Parece que estuvo en la cárcel del Saladero con él, de la que escapó, y después se unió a su cuadrilla de colaboradores. Llegó a ser proclamado jefe de la misma cuando Luis Candelas fue ejecutado en 1837.
Aunque hacía sus fechorías en Madrid capital, lo cierto es que su guarida se encontraba en la Pedriza y en el Guadarrama. Con Candelas se reunía en tabernas cercanas a la Plaza Mayor y del barrio de Avapiés (Lavapiés), tales como el Cuclillo, Traganiños o el Tío Macaco. Mientras trabajó con él no tuvo ningún problema pero luego quiso abarcar más que pudo y le salió mal la jugada.
Su asalto más sonado fue el secuestro a los hijos del marqués de Gaviria. Se hizo pasar por su cochero y les recogió a la puerta de su colegio en la calle Hortaleza. Se refugió en La Pedriza y desde allí mandó a un pastor con un mensaje para los asustados padres, a quienes les pedía una suma de tres mil onzas de oro si querían ver a sus hijos con vida.
Pero antes de recibir el pago y gracias a la intervención del pastor o del empleado de la fábrica de papel que conocía la zona, la partida del bandolero fue cercada en su refugio por soldados del Regimiento de la Reina Gobernadora.
Pudo escapar pero a partir de ese momento, su cabeza tuvo un precio. De hecho, un año después cuando paseaba por las calles de Madrid fue reconocido, denunciado, detenido, encarcelado, juzgado y condenado a muerte. La sentencia se llevó a cabo en el patíbulo del Paseo de Pontones en 1839.
Más información en Bandidos y bandoleros, de José Felipe Alonso Fernández Checa.
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