Era éste un viejo café que estaba en los aledaños de la Puerta del Sol, más concretamente en la calle Carretas número 4. Un lugar donde se daban cita los más célebres personajes de la intelectualidad del S. XIX y parte del XX, internacionalmente conocido por sus tertulias.

Antes que café fue botillería, a finales del S. XVIII, momento en que abrió sus puertas a todos los madrileños. Dicen que en Pombo tuvieron lugar historias de amor de Espronceda con su amada Teresa Mancha, de Larra con Dolores Armijo y de Gustavo Adolfo Bécquer con Casta Esteban.

La tertulia del Café Pombo (Gutiérrez Solana)

El nombre de Pombo procede de su dueño, un hombre que procedía de las montañas y que se estableció en Madrid a finales del S. XVIII para montar este negocio. Cuando se convirtió en café su propietario justificaba su permanencia porque «estaba a un paso de todos los tranvías».

El establecimiento tenía dos puertas, cinco gabinetes que se comunicaban por unos arcos, un salón central y su techo era abovedado. En el interior había mesas rectangulares y de mármol -para cuatro personas-, divanes de peluche y espejos en sus paredes. 

Pombo tenía una clientela fija, tertulianos, políticos, poetas, comerciantes, cronistas, empresarios, curiosos y artistas de la época. Se hizo un hueco entre aquellos cafés donde se dejaban oir las voces más granadas de la cultura madrileña. A Pombo le mató la modernidad, la hambruna de la posguerra y las aberraciones urbanísticas de la reconstrucción. Era 1942.

Más información en «Los viejos cafés de Madrid» de Ángel del Río.

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