Genaro Pérez Villaamil es uno de los mejores pintores del siglo xix español, admirable paisajista romántico que también se centrará en la pintura de monumentos, recogiendo los principales del país en una serie de litografías titulada España artística y monumental, publicada en París entre 1842 y 1850. Uno de sus nietos, ingeniero y también con grandes intereses artísticos, encargó en 1906 al arquitecto Eduardo Reynals Toledo la construcción de un edificio de viviendas en la plaza de Matute, agradable espacio urbano entre las calles de Atocha y Huertas.

El gusto modernista que indudablemente poseía el propietario induciría al arquitecto a la realización de este conjunto de formas suaves de carácter vegetal, absolutamente novedoso en Madrid, que sólo conocía hasta el momento escasos ejemplos, como el palacio Longoria, ejecutado por Grases Riera, iniciado en 1902 y todavía en esta época en plena fase decorativa. Reynals utilizará en este caso un repertorio de lineas curvas y molduras vegetales con gran influencia de los edificios de Víctor Horta en Bruselas, y que sin duda inspiraría otras obras de sus colaboradores, como el palacete de Basilio Avial (hoy sede del Consejo General de la ONCE, en la calle Velázquez), obra del arquitecto Isaac Rodríguez Avial, tío del promotor del edificio y uno de los mayores representantes del modernismo madrileño en su vertiente más ecléctica.

La fachada del edificio Pérez Villaamil la estructura Reynals con una línea vertical a la izquierda en la que incluye los miradores acristalados y la entrada y tres líneas de balcones corridos a la derecha, inmersos en formas vegetales. En contradicción con otros edificios modernistas, se prescinde de la cubierta con formas imaginativas y se prefiere una plana con terraza, en la que se puede incluir un jardín urbano en altura. Estas últimas plantas constituyen una vivienda doble o dúplex que, como dato curioso, se reservará en la época como residencia propia el mismo Pérez Villaamil.

Los interiores del edificio todavía conservan las originales vidrieras de Maumejan y los delicados detalles ornamentales del escultor Salvador Llongarín, así como el mobiliario diseñado por los hermanos Climent. Pero quizá lo más sobresaliente de la decoración lo represente el uso de originales estructuras de hierro en todas las barandillas y en los miradores acristalados de la fachada, que constituyen un conjunto de formas orgánicas de gran belleza y elegancia.

La Casa Pérez Villaamil debe su importancia indudable en el conjunto de los edificios madrileños al hecho de ser uno de los escasos ejemplos de arquitectura modernista en la capital.

Texto incluido en el libro ‘Madrid para madrileños’

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