Aunque la catedral de la Almudena se construyó en época reciente —de finales del siglo XIX a fines del XX—, la forma de financiar las obras no se diferenció mucho del modus operandi de las catedrales medievales. Fueron los madrileños, a título particular, los que sufragaron los gastos. Algunas familias adineradas realizaron importantes donaciones a cambio del privilegio de ser enterrados en la cripta. Se calcula que entre panteones, tumbas de suelo y columbarios hay aquí unos mil enterramientos.
La cripta de la Almudena, la mayor cripta catedralicia de España, fue lo primero que se construyó y lo que quedó mejor compuesto. Las obras comenzaron en 1883, a cargo del arquitecto Francisco de Cubas. Más tarde se incorporaron otros dos alarifes: Miguel de Olabarría y Enrique María Repullés. De estilo neorrománico, fue realizada en piedra caliza blanca de Portugal. La planta es de cruz latina, con girola, y cuenta con cinco naves rodeadas de dieciocho capillas. Lo más espectacular del recinto son las más de cuatrocientas columnas con capiteles diferenciados.


En 1911, al terminarse la cripta, se instaló en ella la imagen de la Virgen de la Almudena, procedente de la antigua parroquia de mismo nombre, derribada en 1868. En los años cuarenta, la imagen se trasladó temporalmente a la colegiata de San Isidro y aquí se puso una copia. También se trajo a la cripta el precioso fresco de la Virgen de la Flor de Lis, que había estado temporalmente en el convento de las Bernardas, en la calle del Sacramento.

Entramos a la cripta a través del triple arco neorrománico, en cuya parte superior hay una galería de ventanas con arco de medio punto y vidrieras de la Casa Maumejean. La primera capilla a la derecha está dedicada a la Virgen de Valliviana y contiene los enterramientos de la familia González Pallarés. Alberga dos ángeles de bronce de Mariano Benlliure y bellas vidrieras de Maumejean. Fue diseñada por Enrique María Repullés y realizada por Rafael Algueró. La segunda capilla es la de San José, realizada por la familia de José Martí Prats, comerciante castellonense del sector textil. De estilo historicista, posee unos relieves en mármol de Mariano Benlliure: a la derecha, la Resurrección; y a la izquierda, las ánimas del purgatorio. En el centro hay una estatua en madera de san José, y a los lados la Virgen y san Juan, hechos en mármol. Seguidamente encontramos la entrada a la sacristía y a los aseos.

A continuación tenemos un crucificado de tamaño natural: el Cristo del Buen Camino, del año 1540, procedente de la antigua parroquia de Santa María Almudena. Y al lado, también traída de aquella parroquia, la encantadora pintura al fresco de la Flor de Lis. La Virgen de la Flor de Lis, de estilo románico y datada en el siglo XIII, estuvo en el ábside de la antigua iglesia de la Almudena. Al hacer el retablo mayor, el fresco quedó oculto durante largos años, y fue descubierto en el siglo XVII. Mientras se construía la nueva catedral, la pintura se custodió en el convento del Sacramento.
La flor de lis es la azucena, símbolo de la Virgen, que normalmente aparece en un jarrón, y en este caso es la Virgen quien la sujeta entre sus dedos.

La capilla de la Virgen de la Fe, la Esperanza y la Caridad alberga los sepulcros de los marqueses de Urquijo. Contiene un mosaico de la Virgen, sostenida por los ángeles y rodeada por las virtudes teologales, obra de Maumejean. Los sepulcros están insertos en dos arcosolios renacentistas polilobulados, y frente a ellos hay un ángel atribuido a Mariano Benlliure.
A los pies del templo, junto al coro, tenemos el mausoleo de Joaquín Soto Hidalgo, obra de Faustino Sanz Herranz. Destacan las pinturas murales en honor de la Virgen del Pilar, que aparece rodeada de ángeles músicos.


Siguiendo nuestro paseo por el lado de la Epístola, tenemos en primer lugar la capilla del Cristo de la Agonía, panteón del matrimonio Peña Boeuf. A continuación, otra capilla dedicada a la Santísima Virgen del Rosario, con la tumba del marqués de San Juan. Dos mosaicos representan a san José y san Antonio. La capilla de la aparición de la Virgen del Pilar al apóstol Santiago posee un mosaico alusivo al tema y alberga el sepulcro de la familia Lanuza. La capilla de San Isidro y Santa María de la Cabeza contiene la tumba de los condes de Buena Esperanza y un mosaico del milagro de los bueyes. La capilla de la Sagrada Familia ostenta un relieve sobre este tema, obra de Mariano Benlliure. Los sepulcros pertenecen a los condes de Santa María de Sisla. Seguidamente hay una puerta sin uso que, en origen, iba a servir para comunicar con la parte superior de la catedral.
A continuación, la capilla del Santísimo, proyectada para el sepulcro de la reina María de las Mercedes, impulsora de esta catedral. Finalmente el sepulcro se instaló arriba, en el crucero de la iglesia. Lo más destacado es un cristo yacente, obra de Ángel Zamorano, gran escultor madrileño, discípulo de Salvador Páramo. Hay también una Inmaculada Concepción, una Sagrada Familia y una imagen de san Fernando.

Ahora podemos ver detenidamente el altar mayor, con sus tres esculturas: un cristo resucitado mostrando su Sagrado Corazón, una copia de la imagen renacentista de la Almudena —hecha en los años cuarenta— y una imagen del patrón de Madrid, san Isidro. A ambos lados del altar hay dos magníficos ángeles lampadarios de bronce.

La cripta puede visitarse libremente, salvo en horario de misas. La visita es gratuita, aunque aconsejan dar un donativo de uno o dos euros. Es posible apuntarse a las visitas guiadas por voluntarios. La entrada a la cripta está en la calle Mayor número 90.

Texto incluido en nuestro libro ‘Cementerios de Madrid’

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