Es el Rastro un barrio muy típico madrileño que gusta a nativos y forasteros y que ha sobrevivido a lo largo de los siglos aunque adaptándose a los nuevos tiempos. La primera referencia que existe sobre el Rastro se remonta al S. XIV, aunque no se denominaba de esta manera ya existían unas tiendas de ropavejeros en la actual Plaza de Cascorro.

En la zona del Rastro no existen edificios destacados, ni iglesias de renombre, tan sólo la estatua de Eloy Gonzalo. Tampoco fue lugar  de residencia de personajes ilustres, con las excepciones del sainetero Carlos Arniches y los arquitectos Pedro de Rivera (autor del Puente de Toledo) y Diego Sillero (constructor de la Casa de la Panadería).

Este enclave se denominó durante algún tiempo «barrios bajos», además de por su localización geográfica, quizás por la humildad de sus moradores. A pesar de carecer de grandes avenidas y paseos y de estas circunstancias que podían hacerle caer en descrédito es este barrio uno de los más populares de Madrid.

Será a principios del S. XIX cuando empiece a formarse el Rastro que hoy conocemos. Los primeros puestos de venta serán de trastos viejos y cosas usadas que convivirán en ese tiempo con 24 mondonguerías, 27 mesas de pan, 141 puestos de verduras y 11 cajones.   

Poco a poco van desapareciendo los curtidos y se desarrolla el comercio de quincalla, de anticuarios, almonedas, chamarileros y cualquier otro tipo de objeto inimaginable. Es así como lo recogen Mesoneros Romanos y Fernández de los Ríos en el último tercio del S. XIX.

Ribera de Curtidores

En el S. XX los chamarileros comienzan a instalarse en tiendas modestas de la Ribera de Curtidores y de la Plaza de Cascorro, mientras que los primeros anticuarios se ubican en la Calle del Prado. 

A partir de los años cuarenta los vendedores ambulantes se ubican en locales comerciales y en las décadas siguientes las tiendas se extiendes por las calles adyacentes.

En la actualidad, en el Rastro conviven distintos tipos de comercios y se mezclan las nacionalidades de sus tenderos.

La tradición artesanal ha ido cambiando en aras de otros negocios más acordes con los tiempos que vivimos. A pesar de su evolución, recomendamos su visita porque aún se sigue respirando el auténtico aroma del Madrid más castizo.  

Más información en «El Rastro» de Mª Isabel Gea Ortigas.

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