Hace pocas semanas que se instaló un carrillón, realizado con bocetos de Mingote, en la Antigua Relojería de la Calle de la Sal. La figura es un viejo relojero que se mueve hacia los lados de la calle como si estuviera echando un vistazo a su alrededor.
A las horas en punto suena el chotis madrileño y en los cuartos un fragmento de la Gran Vía. En total hay cinco relojes, siendo el principal el que marca la hora peninsular y los otros cuatro la de Nueva York, Pekín Sidney y El Cairo.
De momento, se pone en marcha a las nueve y media de la mañana y se se para doce horas después. El mecanismo puede llegar a interpretar hasta mil melodías. La idea de sus dueños es ir adaptándolas a los distintos eventos y fiestas de la ciudad.
La Antigua Relojería es uno de esos negocios tradicionales que aún sobreviven en Madrid. Fue fundada en 1880 por Inocencio López Salcedo como taller de compostura. Cuando terminó la guerra civil pasó a manos de Genaro García Morales.
Sus dueños actuales, los hermanos García Pérez reformaron su fachada en 1950 y su interior veinte años después. En 2001 toda la calle de la Sal fue restaurada en estilo galdosiano, dándosele un nuevo repaso a este negocio centenario.
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