En el corazón del Barrio de las Letras, toca parar en la casa de Lope de Vega (Calle Cervantes 11), uno de los pocos escenarios del barrio auténticos que permiten una visita interior. La inscripción latina del dintel de la puerta principal avisa de la sabiduría del lugar: “parva propia magna / magna aliena parva» (‘propio albergue es mucho siendo aún poco / y mucho albergue es poco siendo ajeno’, según Calderón de la Barca). Lo pequeño propio es grande y lo grande ajeno es pequeño, una declaración de amor por la propiedad privada.
El inmueble lo compró Lope de Vega en 1610 por 9000 reales gracias a los dineros aportados por Juana de Guardo, su segunda esposa, hija de un rico carnicero, y en ella vivió con algunos de sus hijos (tuvo catorce) como Marcela, Lopito, Antonia Clara y con su último amor, la bellísima Marta de Nevares, seguramente seducido por sus ojos verdes, apagados tristemente en 1626 al quedarse ciega por culpa de la gota. En el zaguán de la casa encontramos su verdadero rostro en una lápida de mármol, reproducido de su máscara mortuoria.
Interior de la Casa Museo de Lope de Vega
En esta noble morada escribió sus obras más conocidas como La dama boba, Funeteovejuna, El caballero de Olmedo, El perro del hortelano, El mejor alcalde, el rey o La Dorotea, tal vez su mejor novela. Lope era uno de los escritores mejor pagados de la Corte, cobraba de 500 a 800 reales por comedia y las hacía con una facilidad sorprendente, era de “escritura fácil”. De hecho, debió escribir a lo largo de su vida cerca de quinientas obras, algunas de dudosa autoría, aunque la leyenda le atribuye más de mil. Con razón Miguel de Cervantes le llamó “monstruo de la naturaleza”. Curiosamente entre esas obras “dudosas” se encuentra El Quijote de Avellaneda, atribuido a Lope por algunos críticos. Al contrario que Calderón de la Barca, la obra de Lope fue más del aplauso popular que de los elogios de los doctores, de ahí su éxito. Un teatro comercial adaptado a las leyes de la oferta y la demanda.
La casa tiene el valor añadido de conocer la distribución de un buen inmueble del Siglo XVII, de los pocos que quedan en Madrid. En ella se hospedó el célebre Alonso de Contreras al que Lope le dedicó la comedia “El rey sin reino”. El hospedaje del militar fue una invitación de Lope, nada que ver con el pago de aposento.
La Real Academia Española adquirió la propiedad de la casa en 1930 gracias a una donación. Con anterioridad había funcionado como taller de costura y corrala de viviendas situadas en el patio. El arquitecto Pedro Muguruza se encargó de la recreación de la casa. A la Biblioteca Nacional hay que agradecerle el préstamos de los libros que forman la magnífica biblioteca de la casa, todos ellos de la época del ilustre propietario.
Texto incluido en nuestro libro ‘La trastienda de Madrid‘